Ciudad Universitaria, Ciudad de México.- Por su ubicación, posición, grabado y forma geométrica, una antigua piedra que contiene “el movimiento del Universo”, descubierta en el desierto de Sonora por expertos de la UNAM, podría ser un calendario de horizonte que registra la trayectoria del Sol en su ciclo anual.
El lugar es una de las zonas más enigmáticas a nivel mundial por la gran cantidad de sitios de arte rupestre (tanto grabado como pintura) que posee, explicó en entrevista el director del Instituto de Investigaciones Antropológicas, César Villalobos Acosta, quien encabeza el equipo científico.
El investigador sostuvo que las culturas del desierto son igual de importantes que las de otras regiones, como el centro o sur del país. Como todas las sociedades se adaptaron a sus entornos, “que también son culturales y simbólicos”, y una de sus expresiones más sofisticadas fue la plasmada en piedra, mediante grabados.
En este caso, ese desierto estuvo habitado por la llamada Cultura Trincheras, cuyo rango de ocupación va del año 200 y hasta el 1450 de nuestra era, la cual, además de petroglifos, dejó cerámica decorada con color púrpura. Sin embargo, ese patrimonio podría estar en peligro debido alas visitas fuera de control que pueden dañarlo, alertó.
Hace casi una década, Villalobos Acosta comenzó a estudiar sociedades humanas asentadas en el desierto de Sonora. “Mi interés es documentar procesos de larga duración, donde cambio climático o fluctuaciones ambientales determinan también cómo las sociedades se adaptan y se mueven en ese espacio”.
En la costa sonorense, en 140 kilómetros de recorrido, hemos identificado 74 sitios arqueológicos que no habían sido registrados, es decir, evidencia de ocupación humana que va desde un conjunto de fragmentos de cerámica, algunas puntas de proyectil y desechos de concha, en lugares de 10 metros cuadrados, hasta otros de kilómetros.
Ese desierto -cuya extensión abarca alrededor de 300 mil kilómetros cuadrados, va más allá del estado de Sonora hasta territorio de Estados Unidos y unas porciones amplias de Baja California- se caracteriza por la cantidad de sitios de arte rupestre (en piedra). “Fue una zona densamente poblada e importante a nivel cultural”, resaltó el universitario.
Uno de ellos es La Proveedora, en Caborca, que está en tres macizos montañosos que en su conjunto miden alrededor de seis kilómetros lineales, y donde se han encontrado petrograbados y estructuras arquitectónicas propias del área, un tipo de corrales y casas de piedra, junto con evidencia de cerámica y trabajo de concha.
Esas eran sociedades establecidas, sedentarias y agrícolas, que cultivaban maíz, frijol y calabaza, según la evidencia, con una amplia movilidad en estos territorios, explicó el arqueólogo. Dentro de la iconografía que esos grupos prehispánicos plasmaron en las piedras a cielo abierto, se encuentra gran cantidad de motivos geométricos, abstractos, con un significado aún por descifrar.
El lugar tiene aproximadamente mil 500 piedras grabadas; “calculamos que son entre seis mil y 10 mil grabados, también relacionados con cerámica o concha. Estimamos que las primeras evidencias en este sitio son tan antiguas como el año 2500 antes de nuestra era y que llegan hasta el siglo XV con una serie de continuidades y discontinuidades”.
La roca con el calendario, de basalto, ubicada a alrededor de 35 metros de altura respecto a la planicie y que mide aproximadamente 1.20 por dos metros,tiene grabada una serie de círculos en la parte este; y en la parte superior un diseño que ha sido identificado en otros lugares como una forma de dividir el mundo en estaciones. Su diseño geométrico se repite por lo menos ocho veces en el sitio arqueológico, es recurrente y, por lo tanto, tiene una estructura cultural.
Necesitaban medir el tiempo
César Villalobos observó que si nos paramos en esa piedra y miramos el horizonte hacia el este, podremos ver al amanecer cómo se va moviendo el Sol en el transcurso del año entre dos extremos, que son los solsticios de verano e invierno, y cómo pasa dos veces, en la parte central, por el punto marcado para los equinoccios.
Las antiguas sociedades agrícolas necesitaban medir el tiempo para realizar sus actividades, como sembrar y cosechar, y conocer, por ejemplo, cuándo empieza la lluvia, aunque sea poca (“una gota en el desierto lo hace florecer”).
Aquí hay elementos simbólicos. “Mi propuesta es que a partir de esta piedra se fijan los rituales de organización de la sociedad, y cómo transcurre la vida entre esos extremos para los grupos prehispánicos del noroeste del actual estado de Sonora”.
Los artistas de La Proveedora tuvieron la capacidad de horadar (grabar las piedras) y de crear un diseño que estaba fundamentado en una forma de ver y entender el mundo. Aparecen, por ejemplo, personajes, quizá gobernantes, y otros “semihumanos”, combinación de humano-animal.
El científico anunció que el equipo de universitarios realizará, en colaboración con el Instituto de Geología, un análisis de los microcomponentes de la piedra con el objetivo de implementar una técnica que ayude a datar con mayor exactitud el momento en que los grabados fueron realizados. Los primeros resultados se esperan para mediados de 2026.


