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Oaxaca, Oaxaca.- En los últimos años, múltiples edificaciones del Centro Histórico de Oaxaca han perdido parte de su traza original para transformarse en restaurantes, cafés o terrazas, preservando solo su fachada. Con esas modificaciones desaparece también parte de su historia, aseveró la investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, sede Oaxaca, Franziska Neff.
Por ello, la experta universitaria se ha enfocado en estudiar y documentar “lo que los muros todavía nos pueden decir acerca de la historia” de esos inmuebles, en especial de aquellos que fueron conventos femeninos en esa ciudad.
El año pasado, junto con colegas de la Universidad de Augsburgo, Alemania, Neff trabajó en el levantamiento arquitectónico de lo que fue parte del antiguo Convento de la Soledad, de monjas agustinas y que hoy es el Palacio Municipal de Oaxaca. Se encuentra junto a la iglesia de la Soledad.
La investigadora señaló que este trabajo se realizó mediante la arqueología de la arquitectura, esfuerzo interdisciplinario entre historiadores del arte, arqueólogos y arquitectos, quienes apoyados con drones, fotogrametría y otras técnicas estudian las edificaciones a través de sus muros.
Hubo cinco conventos de monjas y únicamente de dos de ellos se tiene información sobre sus plantas arquitectónicas. El Palacio Municipal es uno de los tres de los cuales se carecía de datos, explicó la especialista.
Elaboraron los planos detallados y los entregaron al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). “Por primera vez tienen un plano muy fiable de lo que hay ahí y es fundamental para los trabajos de restauración que se realicen.Creo que la UNAM, como institución pública, puede hacer una gran aportación, justamente al proveer este tipo de materiales”, dijo.
La vida en clausura
Franziska Neff, experta en arte de los virreinatos y quien ha participado en el seminario del INAH “Los conventos de monjas, arquitectura y vida cotidiana”, también ha recabado datos respecto a las diferencias entre la arquitectura de este tipo de sitios con respecto a los de frailes.
Ellas, puntualizó, vivían en clausura, es decir, encerradas. Uno de los aspectos más llamativos de sus edificaciones era el muro conventual que separaba la vida interior del exterior. No había una relación estrecha entre la iglesia y el convento porque debían acudir varias veces al día a rezar, escuchar misa, pero no podían ser vistas por los fieles, entre otros aspectos.
Algunos tenían reglas estrictas, principalmente las órdenes agustinas y carmelitas; eran pocas monjas y vivían de manera austera. En tanto, aquellos de las concepcionistas, ciertas dominicas y las jerónimas tenían normas más relajadas.
“Podían tener criadas, bienes propios y, en vez de dormir en una celdita al lado de otra, tenían celdas más grandes que podían contar con cocina propia, sala, baño y no se ubicaban en la parte principal de clausura, sino que eran como ‘casitas’ en el área del huerto”, aseguró Franziska Neff.
La especialista de la UNAM agregó que existen avalúos de las celdas, los cuales se hacían cuando las heredaban o vendían. “Hay descripciones que nos permiten entender que eran como ‘casitas’ pequeñas o más grandes, dependiendo del dinero que tenía la monja o su familia, a fin de pagar a un arquitecto para que les hiciera ese tipo de espacios”.
Lamentablemente, consideró, estos sitios no se conservan porque con la exclaustración fueron las primeras partes de los terrenos de la Iglesia que se lotificaron y vendieron. “No tenemos muestra de cómo se veía, nada más lo podemos reconstruir mediante fuentes documentales o trabajo arqueológico”, expresó.
En entrevista, la universitaria abundó que en Oaxaca se daban estos dos tipos de arquitectura. Los primeros dos conventos que se fundaron -de las dominicas y de las concepcionistas- tenían ese tipo de espacios. El de concepcionistas, que actualmente es una panadería muy conocida por la población, se dañó por sismos a principios del siglo XX y se levantó un edificio mitad comercial, mitad habitacional.
“Estudiamos el Edificio Collada donde se ubica la panadería La Bamby para saber qué queda del antiguo convento, dentro del edificio actual. Encontramos algunos indicios y logramos hacer un esquema de la planta, cómo pudo haber sido y también ubicamos dónde estaba la iglesia”, relató.
La investigadora también ha documentado cómo fue la vida en estos lugares significativos en el entretejido de la sociedad virreinal, pues allí vivían las hijas de las élites, es decir, eran instituciones para la clase alta de la sociedad.
“Estaban ubicados en partes estratégicas de la trama urbana, formaban parte importante de la vida litúrgica de la ciudad, porque cuando se hacían procesiones pasaban por los conventos de monjas. Además, eran importantes centros de vida cultural porque se requerían obras religiosas para la vida conventual, las mismas monjas hacían actividades artísticas, especialmente musicales”, indicó.
La experta remarcó que es esencial documentar esta etapa de la historia porque ha estado silenciada en la historiografía y porque, además, eran “sociedades de mujeres”, pequeñas ciudades dentro de la gran urbe, y aunque había confesores o administradores varones, la vida cotidiana la determinaban ellas.
Con la exclaustración acudieron a casas particulares y los edificios tuvieron múltiples usos. Algunos se han constituido en hospedaje de lujo, como el Hotel Quinta Real, cuya alberca está situada frente a lo que fue la iglesia.
Creo que siempre hay que hacer un llamado a poner atención al patrimonio edificado que tenemos y sus transformaciones, pues mucha gente no conoce su pasado y con eso tampoco parte de su propia historia, estimó.