
𝐏𝐨𝐫 𝐒𝐚𝐦𝐚𝐧𝐭𝐡𝐚 𝐅𝐨𝐧𝐬𝐞𝐜𝐚
Turkana, Kenia.- En el norte del país, una enfermedad silenciosa y casi desconocida continúa devastando comunidades enteras. Se trata del micetoma, una infección tropical desatendida que provoca llagas, deformaciones y, en los casos más graves, destruye los huesos hasta obligar a la amputación.
En Turkana, el condado más pobre del país, pacientes como Jennifer Ekai, de 21 años, describen la sensación como “si algo los comiera desde dentro”. Jennifer arrastra un pie deformado desde los diez años y depende de medicamentos que, la mayoría de las veces, no están disponibles.
El micetoma está presente en países como México, Sudán, Somalia, Irán y varias zonas rurales de África. Afecta sobre todo a poblaciones marginadas que trabajan descalzas y están más expuestas a las espinas de acacia, uno de los principales vectores de infección.
La enfermedad tiene dos variantes: la bacteriana y la fúngica, siendo esta última la más grave. Aunque no suele causar la muerte, sí destruye vidas enteras: los pacientes dejan de trabajar, venden su ganado para pagar traslados o tratamientos erróneos y quedan fuera de los sistemas de salud por falta de diagnósticos adecuados.
Turkana enfrenta además otro desafío: no existen datos oficiales sobre cuántas personas están infectadas porque no es una enfermedad de declaración obligatoria. Esto impide que los gobiernos la incluyan en sus presupuestos de salud, dejando a los pacientes sin medicinas ni seguimiento.
El único tratamiento disponible —el itraconazol— debe tomarse por más de un año y su costo puede llegar a 2 mil euros por paciente, una cifra imposible para familias que viven con menos de dos dólares al día. En la región, solo una ONG española proporciona este medicamento de manera gratuita.
Especialistas advierten que, aunque la tasa de curación puede alcanzar el 80%, en Turkana baja incluso al 35% por la falta de acceso y la interrupción constante del tratamiento.
Mientras tanto, enfermos como Ekai Akumal Losike, un pastor que perdió casi todo su ganado intentando costear medicinas, esperan que la comunidad internacional atienda una crisis que avanza en silencio y que, para miles de personas, significa la diferencia entre caminar… o perder una extremidad.
