Cinco años después de la promesa de trasladar los caballos de calandrias a un parque, la realidad que declaran los calandrieros es que muchos fueron enviados al rastro y otros vendidos a Sinaloa.
Ahora, los calandrieros que aún no han firmado el acuerdo para el cambio a calandrias eléctricas exigen quedarse con sus caballos. Prefieren tomar decisiones sobre su bienestar personal en lugar de aceptar promesas de un “paraíso” que no se materializó.
“Esos caballos se vendieron para Sinaloa, si mal no recuerdo y los están trabajando allá en unas carretas. Entonces ¿cual es la promesa de los caballos que estuvieran mejor? Aquí los caballos sí trabajan, un día sí, un día no, pero los caballos están bien cuidados, están bien atendidos, son caballos ya muy adaptados al trabajo, que son caballos que tú los paras, los arrumbas, se friegan más, eso la gente no lo ve, el Gobierno no lo ve, entonces pues yo pienso que los caballos, yo pienso que nos los vamos a quedar nosotros”.
La situación actual es crítica y requiere una revisión urgente para evitar futuros engaños y asegurar el bienestar real de los animales.
Mariana Quirarte
